Entrada escrita por Lucía Martínez
y corregida por Alicia del Fresno
Marion Zimmer Bradley fue una escritora muy prolífica. Muchas de sus novelas mostraban el mundo desde el punto de vista de personajes femeninos y quizá Las nieblas de Avalón (1983) es el ejemplo más famoso de su bibliografía a ese respecto. Se trata de un libro muy extenso (casi 900 páginas) dividido en cuatro partes y mi idea inicial era escribir una entrada por cada una de esas partes, pero, una vez te adentras en la historia, es imposible dejarla.

Si se busca información sobre Las nieblas de Avalón, el resumen más habitual es que se trata de una novela sobre la leyenda artúrica desde el punto de vista de Morgana Le Fay. Es verdad que la línea temporal de la novela es paralela a la del personaje de Morgana, pero lo cierto es que la trama principal es una historia de enfrentamiento entre religiones; de cómo el cristianismo, religión nueva por aquella época, va ganando fuerza frente al culto a los dioses paganos y, concretamente, a la Diosa, que llevaban a cabo los pueblos antiguos y los moradores de la isla de Avalón. Se trata de un tema que refleja las inquietudes y creencias de Zimmer Bradley, que desde su época universitaria formó parte de diversas religiones paganas alternativas.
¿Por qué gastar saliva en una maldición? Lo mismo podría desearos que Dios os reciba en su paraíso.
La importancia de las figuras femeninas en el libro es fundamental. Aunque el transcurso del argumento tiene lugar desde la infancia de Morgana hasta su madurez (se convierte, por tanto, en el personaje central), Las nieblas de Avalón es una obra coral. Todas las mujeres de la novela están perfectamente dibujadas, con sus luces y sus sombras, desde la temible Dama del Lago Viviana hasta la hipocondríaca e insegura Ginebra, desde la manipuladora Morgause hasta la propia Morgana. Los personajes masculinos tienen peso e importancia en la trama, pero jamás veremos sus sentimientos y pensamientos. Todo el devenir de los acontecimientos lo presenciamos a través de los ojos de las mujeres y Zimmer Bradley deja claro hasta qué punto ellas manejan los hilos de la Historia. Lo más interesante es lo realista de todas las protagonistas. Sí, el papel de damisela en apuros se ve en algunas páginas, pero el mensaje de la autora es claro: las mujeres pueden ser igual de pasionales, calculadoras, crueles y ambiciosas que los hombres y las intrigas palaciegas y los tejemanejes políticos pasan, a menudo, por sus manos.
Mejor tener por gran rey a un hombre sin dios que a un fanático religioso —pensó Viviana.
Zimmer Bradley utiliza una prosa bastante florida, muy acorde a la época medieval de la novela. Aprovecha mucho el recurso del monólogo interior, gracias al cual acabamos conociendo a sus protagonistas a fondo y podemos comprender sus movimientos y motivaciones. Hay romance, alianzas y traiciones, estrategia, fe, muerte, guerra y magia, épica al estilo de Juego de tronos (George R. R. Martin, 1996), pero escrita más de una década antes. No os dejéis amilanar por su extensión y adentraos en la niebla. La recompensa será enorme.
En verdad, todas las mujeres somos hermanas ante la Diosa.