Entrada escrita por Gloria Stonem
y revisada por Carmen Belén Insa
La realidad no me impresiona. Solo creo en la intoxicación, en el éxtasis y cuando la vida ordinaria me encadena, me escapo de una manera o de otra. No más muros.
¿Qué nos atrae de los diarios? Todo el mudo ha tenido de pequeño un cuaderno en el que escribía su día a día y dejaba de usar a la semana. Otros, con más constancia, lo han llegado a convertir en un ejercicio diario de conocimiento íntimo. La mayoría de las veces un diario es la representación de una zona de nuestra vida que no confiamos a nadie, páginas de deseos escondidos que sacamos de nuestro estómago y plasmamos en el papel.
Hay algo que nos atrae a los diarios: suponen una ventana a una parte escondida de su dueño, algo que puede que nunca contase a una persona real. Suelen ser secretos bajo llave e incluso fragilidad manchada en tinta, una suerte de espejo que puede llegar a resultar conflictivo. Tener un diario es algo usual, pero publicar toda tu vida, tus deseos y sueños, tus secretos y de los que te rodean, tus pecados y castigos redactados y acumulados año tras año, es revolucionario. Y eso es precisamente lo que hizo Anaïs Nin: desnudar su alma dando a conocer una parte de ella al público general a través de sus controvertidos diarios. ¿Qué mejor año para hablar de ella que en el 2017, cuando se cumplen 40 años de su muerte?

(Pero)Para entender qué suponen estas páginas en la historia de la literatura, debemos comprender quién es Anaïs Nin. De origen cubano-español, esta escritora estadounidense autobiógrafa ha sido invisibilizada gran parte de su vida como «amante de», ignorándose el conjunto de su obra como un retrato de la liberación femenina en el siglo XX y su figura como precursora de la «revolución sexual». Su obra más importante, el total de diarios en los que narra su paso por el mundo desde el año 1931 al 1974, supone más de 40 años de la vida de una de las mejores escritoras del siglo. Todo un regalo para la literatura compuesto por más de 35.000 páginas manuscritas que originalmente se conservaron en siete tomos, aunque su edición sin censura los redujo a cuatro en total, que aglutinaban los diez años más controvertidos de su vida, denominados «diarios amorosos»: Henry y June, Incesto, Fuego y Más cerca de la luna. Todo esto sin contar sus diarios primigenios, que inició a la edad de once años en un estilo epistolar y que relatan su juventud de 1914 a 1931 (hasta los 28 años), pese a que estos fueron publicados quince años más tarde que los diarios de su vida adulta y más «madura», donde narra los escándalos y transgresiones por los que se la conoce hoy en día. Álgebra emocional, denominaba ella misma sus escritos.
Soy una persona apasionada que sólo entiende la vida líricamente, musicalmente. Puedo comprender que los sentimientos son mucho más fuertes que la razón. Estoy tan sedienta del maravilloso poder que tiene sobre mí. Nada que no pueda transformarse en algo maravilloso, me suelta.
Anaïs Nin nació el 21 de febrero de 1903 (es piscis, para quien le interese) en Francia, hija de una cantante (Rosa Culmell) y un pianista (Joaquín Nin), ambos cubanos pero por parte paterna de ascendencia catalana. Su infancia la pasó entre Cuba y Europa (desde 1905, cuando se mudó de Francia a la isla) por los trabajos y conciertos de sus padres. Cuando era pequeña, su padre las abandonó a su madre y a ella y no volvió a saber nada de él hasta que llegó a la edad adulta. Su abandono fue la causa de que empezara a escribir estos diarios como una carta dirigida a él, y mucho más adelante le dedicaría un cuaderno entero a su reencuentro y relación tras dos décadas de ausencia —volvieron a verse cuando ella tenía 30 años—, titulado Incesto, cuyo nombre refleja la relación apasionada y explícitamente sexual que mantuvieron en un bienio: de 1932 a 1934. Precisamente este cuaderno también es controvertido no sólo por la romantización del incesto, sino porque en él relata cómo sufrió un aborto involuntario, siendo así la primera mujer en narrar una experiencia de estas características que, en esa época, era todavía un tema totalmente tabú.
Volviendo al curso de su vida, Anaïs vivía en la pura bohemia y arte, rodeándose de una élite ilustrada y dedicándose al modelaje o el flamenco, a lo que se dedicó con 20 años en la Habana, donde viajó desde Nueva York por encargo de su tía, que deseaba emparejarla con un hombre rico. Ella se negó al matrimonio concertado al que su tía pretendía atarla y prefirió luchar por el permiso de su familia para casarse con un banquero, Hugh Guiller. Fue en la isla donde contrajo matrimonio con él para luego mudarse a París y continuar sus estudios de baile flamenco.
En París escribió el ensayo sobre D.H. Lawrence que la catapultó hacia una escritura más seria y apasionada y empezó a ver sus diarios como un proyecto publicable en un futuro. Probablemente también influyó en esta decisión que en 1931 conociera al escritor Henry Miller, con el que mantuvo un apasionado affaire, alimentado por los encuentros secretos con su esposa June, con quien experimentó el sexo lésbico por primera vez. Su relación con el matrimonio quedó documentada en el diario titulado Henry y June, el primero de la serie de sus diarios amorosos que abarca los años 1931 y 1932, justo antes del reencuentro con su padre y su relación incestuosa con este. Por esa época ya escribía su primera novela, en la que trataba el tema de esta relación tan tabú en la sociedad, La casa del incesto (1936), que empezó en París y publicó en Nueva York, donde se instaló en 1939 para autoeditar sus propios relatos y novelas que no tenían la suficiente aceptación en las casas de publicación de la época. Esa imprenta rústica también vería las páginas de su segunda novela, Invierno de artificio (1939), una obra también marcada por la relación entre padre e hija, o En una campana de cristal (1947).
En colaboración con Henry Miller en la década de los años 40, Nin se dedicó a la literatura de forma profesional y casi exclusiva, escribiendo por encargo relatos eróticos a un acaudalado anónimo. Estos relatos fueron luego recopilados en dos tomos: Delta de Venus y Pajaritos, renombrados en su publicación póstuma a finales de los años 70 como Pájaros de fuego. Así, Anaïs Nin recibe el honor de ser la primera mujer en la historia de la literatura que firmó relatos eróticos con su nombre, sin ningún tipo de pseudónimo para ocultar su identidad. También tuvo una faceta editora ligada al ya anteriormente mencionado Miller, contribuyendo a la publicación de una de sus obras más célebres: Trópico de cáncer (1934).
Pero no todo en su vida era la pura literatura. Empujada por su interés por la psique humana (la suya propia incluida) empezó a trabajar en el psicoanálisis y llegó a colaborar y aprender de Otto Rank, pupilo del mismísimo Freud, con el que también estableció una relación amorosa cuando llegó a Nueva York. Esta relación y su interés por la materia la desarrolla con más profundidad en su tercer diario, Fuego, que comprende tres años de su vida (desde 1934 hasta 1937). Precisamente el psicoanálisis es una parte importante en la vida de Anaïs; como artista de la autobiografía, como forma de descubrirse (y re-descubrirse a sí misma) por medio de sus vivencias y su propia escritura sobre ellas, un autoconocimiento que la empujó a experimentar y arriesgarse hasta límites insospechados, todo plasmado en sus cuadernos. Sus manuscritos llegaron a ser tan importantes en su vida que en la Segunda Guerra Mundial los dejó a buen recaudo en una caja fuerte de un banco suizo, y así lo expresó ella misma al hablar de su ansia por dejar su vida documentada:
Este diario es mi kif, mi hachís, mi opio. Mi droga y mi vicio. En lugar de escribir una novela me tiendo con una pluma y en este cuaderno, sueño, me dejo llevar por los reflejos rotos… Necesito volver a vivir mi vida en el sueño; el sueño es mi verdadera vida. Veo los ecos que me devuelven las únicas transfiguraciones que conservan lo maravilloso en toda su pureza. Fuera, toda la magia se pierde. Fuera, la vida refleja sus imperfecciones, la simplicidad se transforma en moho… Es necesario fundir todo el material en el crisol de mi vicio pues, de lo contrario, el moho de la vida reducirá la velocidad de mi ritmo hasta convertirlo en un sollozo.
Otra de las grandes pruebas de que la vida de Anaïs Nin era de otro mundo lo podemos ver en el desarrollo de su segundo matrimonio, en 1955, con Rupert Pole. Lo llevó a cabo sin divorciarse de su primer esposo y mantuvo la relación en secreto hasta que su fama a mediados de los años 60 empezó a hacerla reconocida y tuvo que pedir la anulación de su segundo matrimonio. En 1966 fue cuando por fin se publicaron por primera vez sus diarios de forma censurada para proteger los nombres de muchas personas que seguían vivas en esa época y cuya implicación en la vida de Nin podía ser un escándalo a nivel social.
Sin embargo, los cuatro diarios que se han mencionado anteriormente sin censurar sólo cubren una corta etapa de su vida, unos nueve años. El total de sus diarios publicados van hasta 1974, tres años antes de su muerte en 1977. Como dato curioso, en las versiones editadas de sus diarios, Nin cumplió el deseo de su primer marido, Hugh, de no ser incluido. Así, apenas habla de sus relaciones matrimoniales con él en estas versiones. En los diarios sin nombre concreto, que abarcan desde 1939 hasta 1974, narra su vida durante la guerra, sus viajes a México, Los Ángeles, Nueva York y San Francisco, ciudades donde llegó a residir, y en ellos se aprecia cómo evoluciona su reconocimiento social como escritora consagrada.
Pasó sus últimos años en Nueva York con su exmarido Rupert Pole, con el que había tenido que pedir la anulación de matrimonio por temor a las represalias de su primer marido. Nin falleció por cáncer de ovarios a la edad de 73 años, dejando tras de sí una obra autobiográfica digna de ser leída y estudiada a lo largo de la historia.
Como se puede llegar a comprender, Nin no tuvo ningún tipo de pudor a la hora de revelar toda su vida por medio de los cuadernos, rompiendo decenas de tabúes y liberándose a sí misma de toda convención social esperada en una mujer. La importante impronta que dejó a su paso la ha convertido en todo un icono de la bisexualidad, la liberación y el erotismo, pero también del talento y la independencia y en una representación de la mujer moderna y avanzada a sus tiempos. Su tratamiento de la maternidad, la soledad, la misoginia, las relaciones y el poliamor podrían aplicarse a la época actual sin problema alguno, e incluso algunas resultan más avanzadas de lo que estamos acostumbrados más de 100 años después de su nacimiento.
Su forma de vida sería difícil de aceptar por la sociedad aun en esta época, pero muchas personas han sabido apreciarla y agradecer que abriera una pequeña rendija (aunque fuera en forma de papel) donde los curiosos pudiéramos asomarnos y experimentar sus vivencias de segunda mano, intentando comprender de refilón cómo funcionaba su complicada mente. Por su vida de trotes y mareas se reconoce a Anaïs Nin como toda una pionera en el género erótico y autobiográfico, pues abrió una gran brecha como influencia e inspiración para miles de mujeres no solo sexual, profesional o literariamente, sino como instigadora del autoconocimiento, el amor propio y la creación y forjamiento de una misma.
En sus propias palabras: «Me niego a vivir en un mundo ordinario como una mujer ordinaria.(…) No me adaptaré al mundo, me adapto a mí misma».