Carmen Laforet: La isla y los demonios

Entrada escrita por Gloria Stonem
y corregida por Sandra Gallart.

La isla y los demonios es el segundo libro de Carmen Laforet, publicado en 1952. Es un relato realista ambientado en 1938 y 1939, en pleno final de la Guerra Civil.

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Diseño de María Teresa (@MariaT0)

La historia gira alrededor de la vida de la protagonista, Marta Camino: una adolescente de Gran Canaria que espera con ansia la llegada de unos familiares que vienen desde Madrid a refugiarse de la guerra. Para Marta, su llegada supone una ruptura en su rutina diaria, ya que son artistas y músicos; gente que puede comprender su lado más fantasioso (escribe historias y relatos sobre mitos de la antigua Canarias). Su llegada también supone para ella una oportunidad de ser escuchada, ya que se siente ignorada e incomprendida por José (su hermano mayor) y Pino (su cuñada).

Sus familiares (Daniel, tío paterno de José y Marta, músico; Honesta, hermana de Daniel, romántica y de personalidad voluble, y Matilde, esposa de Daniel, una rígida poetisa con fuertes valores falangistas) vienen acompañados de una sorpresa: un joven pintor llamado Pablo, casado, que anhela a su mujer residente en México y migra a Canarias a conocer nuevos paisajes alejados de la guerra.

Con su llegada empieza la aventura de Marta, que poco a poco va madurando y crece como persona en un entorno hostil, dado que sus familiares acaban siendo exactamente igual que su hermano: por mucha alma «libertina» que tengan no se interesan por una muchacha adolescente con ansias de escapar y conocer mundo, sino que en su lugar la rehuyen y se encierran en sí mismos, negándose casi a establecer contacto con la joven.

la-isla-y-los-demonios-laforetEl viaje interior de Marta en el centro de sus problemas familiares, su crecimiento personal y su amistad con el pintor Pablo hacen que se desarrollen varios temas paralelos en el libro, como la historia de una familia desestructurada, rencores que nunca se olvidan y envidias varias. En un jardín con tantas espinas se muestra la inocencia de una joven que, pese a vivir en su burbuja y actuar tal y como lo haría cualquier adolescente, debe soportar todo lo que ocurre a su alrededor: las intrigas que se esconden tras su madre enferma y la rumoreada relación con su hermano, los ataques de rabia de su cuñada y el aparente hastío que sienten los recién llegados hacia ella.

En la novela brillan principalmente las mujeres, con unas personalidades fuertes y extravagantes que no se ven todos los días y entre ellas destacan tres personajes:

Marta, tan joven y vulnerable, mantiene una lucha interna entre mantener los pies en el suelo o dejarse llevar por su imaginación, sin que el personaje llegue a ser caracterizado como especialmente irritante o ensimismado. A lo largo del libro descubre lo que es la libertad y la prisión, el sentirse como una niña y a la vez parecer la única adulta, saberlo todo y a la vez no saber nada. Es la personificación de una adolescente confundida que intenta hacer las cosas bien, por mucho que el mundo se lo impida y todo esté en su contra.

Pino, por otra parte, es la contraposición a Marta. Es un personaje que se presenta como vulgar y violento, terriblemente envidiosa y celosa, con ataques de furia y ansiedad continuos hasta el punto de llegar a tener problemas somáticos y enfermar. Sin embargo, recibe misericordia no sólo por parte del resto de familiares, sino también de la autora. Todos los personajes tienen un trasfondo que, poco a poco, se va desvelando (la gran mayoría en medio de un importante funeral en el que todos están reunidos).

Pino es un pájaro encerrado en una jaula de oro, una mujer a la que la vida ha tratado mal y ha arrancado sus esperanzas y su libertad. Vive atada a su marido y, por ende, a su suegra, una mujer bellísima pero con problemas psicológicos, a la cual José no quiere abandonar pese a que no sea su verdadera madre. Así, se pasa los días confinada en una vieja casa, encontrando consuelo únicamente en las joyas de su suegra y en insultar a su cuñada, a la cual ve tan joven y con una vida por delante tan brillante que no puede evitar odiarla superficialmente, pese a que en el fondo la aprecie. Es un personaje lleno de rabia y frustración, con una fuerza y una valentía que es difícil encontrar en mujeres de su época. Habla mal y de forma violenta, no tiene miedo de decir lo que piensa y, pese a que esto muchas veces pueda acabar mal, es la viva voz de la mujer retenida en contra de su voluntad bajo un techo que no es el suyo.

Otro personaje que se mantiene misterioso durante gran parte del libro es Matilde, la tía de Marta, poetisa madrileña y de fuertes convicciones políticas, colaboradora activa de la milicia falangista. Pese a que en gran parte del libro se muestra como una persona recia, seria, borde y distante, llega a explicarse por qué es así.

Matilde había sido siempre fea, trabajadora, decían que inteligente. Su familia era muy humilde. A costa de becas y de esfuerzos le habían pagado una carrera universitaria. Pero ella tenía un tipo refinado, de intelectual nata; un desparpajo natural, una autoridad que encubría cierta timidez muy oculta. A los veintisiete años Matilde no había tenido un solo pretendiente a sus encantos. Muy allá dentro sabía ella que esto no le hubiera importado lo más mínimo si no existiera esa manía, inculcada desde la cuna en las mujeres, de que han nacido para gustar a los hombres, y que si no su vida puede considerarse un puro fracaso.

Matilde no podía decir la verdad; no podía decir: «No me interesan lo más mínimo los asuntos amorosos…». Esta verdad encontraba siempre una sonrisa compasiva. Y esta sonrisa compasiva fue la que la hizo sentirse preocupada y amargada por tal asunto. Compuso unas poesías muy oscuras, muy intelectualizadas, sobre el ansia del amor carnal —ansia que jamás había sentido—, ya que el espiritual le parecía un poco ridículo como tema. Entre su grupo de amigos aquellas poesías tuvieron franco éxito. Ahora sabía ella que aquellos versos no valían nada; que ella no era artista, sino organizadora, constructora. Hasta se avergonzaba al pensar en ello.

El desencanto y el no encajar en las imposiciones sociales esperadas para la mujer de la época fueron haciendo mella en su psique, hasta pulirla como una madera brillante. A lo largo del libro se van desvelando pequeños detalles de su personalidad que acaban eclosionando en el funeral anteriormente mencionado, que servirá como punto de intersección para conocer mucho mejor a los personajes secundarios como ella.

La isla y los demonios es, al fin y al cabo, una novela ligeramente costumbrista narrada de una forma muy similar al realismo mágico: pese a que no pasa nada inusual o espectacular, parece que el ambiente isleño está lleno de magia y cualquier cosa puede pasar en un momento determinado. Así, Laforet prepara no sólo unos personajes ricos y bien construidos, sino un ambiente perfecto y una situación ideal en el que relacionarlos y narrarnos su pasado, su presente y sus deseos de futuro. Cualquier cosa puede pasar en un pequeño paraíso natural donde vibra la magia de los relatos de Alcorah.

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